A lo largo de los últimos años hemos
visto proliferar a nivel nacional una cantidad ingente de salones de
temática abiertamente Otaku. A día de hoy, rara es la provincia o
comunidad autónoma que no cuente con alguna convención para
aficionados al anime, manga, videojuegos o cultura nipona en general.
Antiguamente, en los tiempos previos a
la popularización de internet, cuando la conexión a la red era aún
algo prohibitivo y no se había instaurado la tarifa plana de
Internet, la comunicación entre aficionados a el mundillo Otaku era
algo meramente local. Los aficionados a los mangas o animes solo
podían tener relación entre ellos a través del contacto directo en
las tiendas y librerías que había en la ciudad de residencia de
cada uno. Otra opción para poder mantener contacto con otra gente
con gustos afines a los tuyos eran las listas de correo convencional.
Revistas de aquella época como la Dokan o la Minami daban a sus
lectores la opción de estar informados de la actualidad, además de
permitirles ponerse en contacto con aficionados de otros lugares con
los cuales compartían aficiones.
Por aquel entonces, comenzó a
fraguase la idea de realizar a nivel local convenciones para este
emergente sector de aficionados a lo que Cels Piñols daría en
llamar SubCultura.
Emulando el sistema creado en
Norteamérica con eventos hoy mundialmente conocidos como la ComiCon
de San Diego fueron aflorando los primeros Salones dedicados al Manga
y al Anime. Así es como aparecieron veteranos dentro del sector como
por ejemplo lo son el Salón del Manga de Barcelona, las Jornaícas
de Zaragoza o el Salón del Manga de Jerez.
En estos años eran pocos y limitados
los eventos que tenían lugar de forma anual. Los asistentes
peregrinaban rigurosamente hasta estas ciudades para poder conocer a
los grandes autores que asistían a tales eventos. Su auge hizo que
las grandes editoriales respaldasen este floreciente modelo de
comercio y esto a su vez permitió que año tras año estos actos
cobrasen más relevancia, permitiendo que autores de mayor renombre
asistieran como invitados al Salón.
Del mismo modo que las grandes
editoriales vieron negocio en estos primerizos salones, también lo
vieron los propietarios de librerías especializadas del sector que
estaban diseminadas por todo el país. Desde el punto de vista del
pequeño librero, asistir al salón era una opción muy importante de
negocio. Podría traer a sus compradores habituales las últimas
novedades editoriales sin tener que esperar a que las distribuidoras
les hiciesen llegar esa mercancía. También les permitía poder
abastecerse de merchandaising exclusivo que únicamente llegaba a
este tipo de convenciones, y así podrían ponerlo de venta tanto en
su stand del salón como en las tiendas de sus localidades. Por
último, permitía al librero ponerse en contacto directo con otros
libreros y editoriales, lo cual le abría muchas posibilidades a
nivel profesional.
Así fue como poco a poco y con el paso
de los años se fueron consolidando los salones de mayor tradición y
caché a nivel nacional.
Pasaron los años y nos metimos todos
de golpe en la revolución digital. Al principio, cuando los precios
del acceso a la red de redes aún eran derecho de aquellos con
mayores ingresos, la gran mayoría nos vimos relegados a los
emergentes cibercafés, desde donde se podía acceder a casi
cualquier servicio que ofreciese el adolescente Internet de la época. Poco después llegaron las tarifas
planas de acceso a internet, sentenciando de muerte la era de los
cibercafés. Internet ya estaba en cada uno de los hogares por un
módico precio al mes, lo cual nos permitió dar un paso de gigante a
nivel informativo.
La prensa escrita del sector ya
mencionada anteriormente se adaptó como pudo a los tiempos que
corrían hasta finalmente llegar a desaparecer. Internet había dado
a cada usuario la posibilidad de escoger aquellos contenidos sobre
los que deseaba estar informando y prescindir de aquellos que no eran
relevantes para sus gustos personales. Nacieron los foros, donde gente de
todas partes del mundo podía por fin hablar durante horas y horas
sobre los temas que les apasionaban. Esas mismas discusiones de foros
se trasladaban también a los ya extintos IRC y Messenger. Las redes
sociales vieron la luz y con ellas finalmente las barreras de la
interacción social que se limitaban a la asistencia de forma anual a
un salón habían caído para siempre; y así, nos vimos arrastrados
poco a poco a la situación en la que nos encontramos actualmente.
Internet dio lugar a nuevos modelos de
comercio. De repente, cualquiera podía tener acceso a mangas, series
y productos para los cuales años atrás habría tenido que asistir
obligatoriamente a la tienda local o a la convención anual.
Al amparo de la red nuevas tiendas
digitales enfocadas a cubrir las necesidades culturales del
aficionado medio comenzaron a proliferar más y más. Cientos de webs
como esta en la que ahora mismo podéis leer estas líneas vieron la
luz para poder informar y ofrecer al lector todo aquello en lo que
pudiese estar interesado. De repente, la gente ya no necesitaba
ahorrar durante todo el año para costearse un viaje a determinada
ciudad en la que poder comprar un material en concreto o codearse con
gente que tenía unos gustos afines a los suyos. Sin embargo, el animal humano es un
animal gregario y gusta del contacto humano. La gente sentía
añoranza de aquellos salones de antaño en los que poder hacer
cosplay, ver a los grandes autores, comentar cara a cara con otros
aficionados o simplemente poder disfrutar en compañía de un plato
típicamente asiático. Los mayores hablaban de estos eventos a las
nuevas generaciones que ya habían nacido inmersas en la sociedad de
la información y esto generaba determinadas expectativas.
Los grandes salones no habían
desaparecido en ningún momento. Seguían estando ahí y estaban a
punto de convertirse en referente para todo lo que estaba por llegar.
La gente demandaba que en sus ciudades
se ofreciera lo mismo que se ofrecía en las grandes urbes. Las
nuevas generaciones querían poder tener un evento que les permitiese
todo aquello de lo que habían oído hablar pero sin el engorro de
tener que desplazarse hasta las ciudades origen de los eventos.
Nuevas empresas surgieron para sustentar este modelo de negocio
orientado claramente hacia el fandom. Decenas y decenas de eventos comenzaron
a proliferar a lo largo de las distintas comunidades autónomas.
Eventos que a emulación en pequeña escala del modelo norteamericano
proponían las convenciones o salones como solución a la demanda
realizada por los aficionados. Así fue como ciudades como Alicante,
Murcia o Cadiz pasaron a tener uno o incluso dos eventos propios a lo
largo del año.
Las grandes urbes tampoco se quedaron
atrás y han llegado a alojar un promedio de entre 6 u 8 eventos de
carácter anual de mayor o menor renombre. La masificación de los salones
comienza a ser un hecho que se hace patente y como suele ser común
en estos casos, cantidad no va precisamente asociada a calidad.
La gran mayoría de estos eventos
tienen una duración de entre 1 y 3 días. Su organización suele
estar orquestada por alguna empresa o entidad que se encarga de
gestionar los temas de logística, infraestructura o contenidos. Asimismo, estas empresas tienden a estar respaldadas por organizaciones
locales que colaboran de forma activa en el desarrollo y buen
funcionamiento del evento. Estas organizaciones locales suelen ser
las encargadas finales de gestionar el personal, las actividades y el
desarrollo de las actividades durante la celebración del salón.
A grandes rasgos estos eventos son
replicas a nivel local de un producto de mayor calidad que se ofrecía
originalmente en determinadas grandes ciudades. El patrón que
presentan estos salones es clónico independientemente de la
población en la que se celebre. Suele emplazarse en algún gran
local o centro de exposiciones donde se suceden a lo largo de los
días una serie de actividades culturales, conferencias o
actuaciones. El espacio del local se reparte de forma similar en casi
todos ellos. Está el espacio destinado a la organización, los
distintos stands de asociaciones culturales, el lugar designado para
los puestos de venta de material y un escenario para actividades.
Debemos plantearnos estos salones desde
dos puntos de vista. El de la persona que asiste a ellos como
visitante para disfrutar de lo que el salón ofrece y el del librero
que asiste al acto para obtener unos beneficios adicionales. El punto
de vista de la empresa organizadora de salones es un punto que no nos
atañe para la cuestión inicial de esta disertación. Reservaremos
este modelo de negocio para un articulo futuro
El perfil del librero que asiste a este
tipo de salones suele ser el de un librero que es propietario de una
tienda en las proximidades del lugar donde tiene lugar el evento.
Para asegurarse que el cliente pase por su stand, el librero se ve
obligado a ofrecer algo distinto al resto de libreros que vayan a
asistir al evento si es que quiere tener algún beneficio. El
alquiler del stand, los costes de desplazamiento, dietas y demás
gastos derivados de la asistencia a uno de estos eventos tienen que
merecer el viaje. Esto repercute en el hecho de que los libreros no
pueden permitirse hacer descuentos sobre los productos y acaba
generando una cierta homogeneidad en cuanto a precios
independientemente del salón al que asistas. Por lo general, no suele
haber ninguna diferencia entre comprar determinado producto en la
librería un día cualquiera o comprarlo en el salón. Las
editoriales no suelen sacar publicaciones a presentar en exclusiva en
la inmensa mayoría de los salones. Del mismo modo, los fabricantes de
merchandaising no preparan nada con motivo especial de realizar
presentaciones en estos eventos. El resultado es que al pasarse por
los distintos stands al cliente se le ofrecen exactamente los mismos
productos en casi todas las tiendas, al mismo precio y con ningún
beneficio por realizar su compra durante el salón en diferencia de
hacerla en la propia tienda cualquier día del año.
El asistente medio al salón sabe de
antemano lo que se va a encontrar. Lo primero son los antes citados
stands de librerías entre los que vagar que le ofrecen el mismo
contenido independientemente del nombre que aparezca en el rótulo de
la caseta. El visitante puede participar en una limitada variedad de
actividades que abarcan desde el cosplay hasta los talleres
culturales. También es bastante común en este tipo de salones que
se celebren diversos torneos de videojuegos. Estos torneos cubren un
amplio espectro que va desde los juegos de lucha hasta los de
deportes. Como nota peculiar cabe mencionar que dentro del marco de
estos salones también se han reubicado algunas de las ya escasas
LanPartys que se continúan organizando.
Un símil que podríamos emplear para
definir este auge de los salones es el de las cadenas de comida
rápida. La gente sabe que el producto que está consumiendo no es de
primerísima calidad ni es tan bueno como se lo publicitan, pero lo
tienen a mano, es accesible, no les supone esfuerzo obtenerlo y les
sacia el hambre cultural.
Estas metafóricas hamburguesas están
haciendo que los grandes salones de toda la vida vean mermado su
número de asistentes y tengan que esforzarse más para no perder
público frente a la nueva oleada de pequeños salones que les vienen
comiendo terreno paulatinamente.
Y vosotros, ¿Qué opináis? ¿Creéis
que es bueno que cada ciudad disponga de sus propios salones para
poder cubrir la demanda local de los aficionados, o por lo contrario
pensáis que el aumento de salones actúa en detrimento de la calidad
de los mismos haciendo que los aficionados se vuelvan cada vez mas
conformistas frente a un producto de menor calidad?
Por: Alverno
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